MARÍA JESÚS RIBAS
EFE/REPORTAJES
Para que una planta crezca sana, fuerte y erguida, además de una buena tierra, hace falta que esté bien y regularmente nutrida con unas adecuadas dosis de agua, minerales y luz solar. En el caso de los niños, los mejores “nutrientes naturales” para asegurar su salud intelectual y emocional, son el afecto, la atención y la presencia de sus padres, afirman nuevos estudios.
La participación de la figura paterna en la infancia beneficia mucho la inteligencia y el comportamiento de los hijos o hijas, según especialistas del Departamento de Psicología de la Universidad de Concordia (UC), en Canadá, que analizaron cómo los padres pueden influir positivamente en el desarrollo de sus niños participando activamente en su crianza y educación.
El trabajo involucró a 138 niños, que completaron tests de inteligencia, y a sus respectivos padres que contestaron a cuestionarios sobre el ambiente en la casa y los conflictos de pareja, informa la revista científica digital Tendencias21.
La investigación psicológica canadiense ha encontrado además que las niñas son las más afectadas por la falta de un padre, y pueden sufrir serios problemas emocionales a causa de la ausencia paterna.
Para Erin Pougnet, estudiante de doctorado de la UC y una de las autoras del estudio, “los padres hacen importantes contribuciones en el desarrollo de la conducta de sus hijos y la inteligencia”.
Comparados con otros niños con padres ausentes, explica Pougnet, los hijos de padres activos tuvieron durante su infancia temprana y media menos problemas de comportamiento y una mayor capacidad intelectual a medida que crecieron, incluso en familias en riesgo de exclusión o con pocos recursos
económicos.
De acuerdo al estudio, cuya coautora es la profesora Lisa Serbin, “al margen de si los padres conviven con sus hijos, los progenitores fijan los límites adecuados y la estructura del comportamiento de sus hijos influyendo positivamente en la solución de problemas y la disminución de trabas emocionales tales como la tristeza, el aislamiento social y la ansiedad”.
Otra investigación estadounidense, que incluyó a 265 parejas de madres e hijos de familias de bajos ingresos a quienes se siguió desde que el niño tenía cinco años hasta su adolescencia, señala que la relación de un niño con su madre varía a medida que el hijo crece, y la forma en que dicha relación cambia puede afectar la conducta del hijo en la de por sí difícil etapa adolescente.
Los científicos de la Universidad Estatal de Wayne en Detroit, Michigan, (WSU) analizaron el nivel de conflicto y calidez entre madres e hijos, así como el temperamento y la conducta del hijo, la relación de la madre con su pareja romántica, y la calidad de la crianza materna.
Comprobaron que una relación estrecha entre madre e hijo puede influir sobre la conducta adolescente, y que las relaciones altamente conflictivas se asocian con una mayor delincuencia y un distanciamiento con el paso del
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