Durante los meses de junio y parte de julio, el Teatro Las Máscaras presenta la comedia Nosotras que nos queremos tanto, una obra que, sin duda, se ha ganado rápidamente un lugar entre mis favoritas. La historia gira en torno a cuatro hermanas de personalidades y trayectorias de vida totalmente distintas que, tras años de escasa comunicación y distancia emocional, se reencuentran para asistir al funeral de su madre y gestionar la repartición de la herencia.
Ya podrán imaginar lo que esto provoca: resentimientos acumulados, emociones reprimidas, secretos enterrados, arrepentimientos… y todo lo que suele brotar cuando la sangre pesa más que la diplomacia.
En su núcleo, esta obra es un retrato honesto —y profundamente humano— de la complejidad de los vínculos familiares, especialmente las relaciones con la figura materna. Y más aún, de lo distintas que pueden ser las memorias afectivas cuando se trata de una misma madre vista desde cuatro experiencias diferentes.
Los personajes, aunque arquetípicos, resultan profundamente reconocibles:
Está la hermana que sacrificó todo por su madre y no deja pasar oportunidad para recordárselo (o restregárselo) a las demás, cargando con un resentimiento monumental.
La que decidió huir a tiempo de la dinámica familiar en busca de paz emocional, solo para descubrir que los duelos no se quedan empacados en la casa que dejamos atrás.
La que rechazó por completo el modelo impuesto, regalando responsabilidades para proteger su libertad a toda costa.
Y aquella que vive en constante conflicto entre lo que desea ser y lo que su madre esperaba de ella.
Todo esto se presenta con una dosis de humor inteligente que no elude la verdad, sino que la envuelve en carcajadas.
Sin embargo, más allá de los conflictos familiares, hay temas profundos que se abordan con tal sutileza que podrían pasar desapercibidos. Y quizá ahí radica su fuerza: en cómo la risa aligera los traumas que muchas veces escondemos detrás de un chiste.
Uno de esos momentos es cuando se menciona que el esposo de la hermana mayor, cuando se molestaba, “rompía todo… incluida la cara de ella”. Una línea dicha al pasar, pero que toca directamente la herida de la violencia de género.
También se desliza, con ironía, el tema de la homosexualidad encubierta en relaciones heterosexuales tradicionales, cuando una de las hermanas comenta sobre “la extraña relación” que tenía el esposo de la otra con un amigo.
O el embarazo adolescente, validado y sostenido por una tía adulta, y cómo la familia lo recibe al final como una bendición sin cuestionar la relación entre la menor y un hombre mucho mayor.
Incluso la identidad sexual es puesta sobre la mesa de manera evasiva y conocida: “Tú sabes que fulanita me preguntó si tú eres lesbiana…”. Una fórmula muy común en nuestras sociedades para disfrazar la curiosidad o el prejuicio, desplazando la responsabilidad sobre un tercero ausente.
Cada una de estas capas temáticas se encarna en una de las hermanas, configurando un mapa emocional más complejo de lo que a primera vista parece una simple disputa por la herencia. A esto se suman sus relaciones de pareja, actuales o pasadas, que completan el retrato de personajes llenos de matices.
El resultado: una obra deliciosa, interpretada con maestría, con un guion ágil y una comedia que invita no solo a reír, sino también a mirar hacia adentro.
Nosotras que nos queremos tanto estará en cartelera hasta el 6 de julio en Teatro Las Máscaras, con las actuaciones de Wendy Alba, Rafsil Mena, Dolly Martínez y Marisol Marion-Landais, bajo la dirección de la siempre magistral Germana Quintana.
Boletas disponibles en tix.do.
No te la pierdas.