jueves, 2 de julio de 2015

Teatros Alternativos de España, desaparecerán?



Efervescencia en la escena alternativa



Las salas de teatro 'off' surgen y desaparecen rápidamente en Madrid. Los cambios invitan al debate
SERGIO C. FANJUL Madrid 1 JUL 2015 - 00:00 CEST

Un ensayo en la desaparecida sala de teatro Sol de York. / CARLOS ROSILLO

La continua aparición de salas alternativas en la ciudad ha sido saludada como uno de los grandes fenómenos culturales madrileños de los últimos tiempos. De diferentes tamaños, formatos, en espacios poco convencionales, florecen aquí y allá. Pero tras la euforia cuantitativa surgen las sospechas: ¿Se programa con calidad? ¿Son justas las condiciones laborales? ¿Estamos ante una burbuja teatral que puede estallar en cualquier momento?

Hace unos meses, a iniciativa de la revista de artes escénicas Godot, se convocó a las gentes del teatro a hablar de esa supuesta burbuja teatral y, con el tiempo, se ha consolidado una especie de mesa de diálogo en torno a las cuitas de la escena off. “Las salas alternativas tienen dos problemas”, explica Álvaro Vicente, redactor jefe de Godot, “uno, que no existen licencias para salas alternativas y suelen funcionar con licencias de bar, teatro y hasta discoteca, con los problemas que ello acarrea; y, dos, la precariedad laboral en la que se mueven los trabajadores”. 

En una multitudinaria asamblea de la Unión de Actores que se celebró en el María Guerrero en 2014, se hizo patente la paradoja en la que viven los actores: si se regularan las salas alternativas, que muchas veces no dan de alta a los artistas ni los remuneran justamente, acabarían desapareciendo. Y si desaparecieran, muchos actores no podrían trabajar —aunque sea precariamente— ni llevar a cabo sus sueños y proyectos.

¿Qué hacer? El pasado 6 de junio se publicó un nuevo Convenio de Teatro, firmado por patronal y sindicatos del sector, que en un punto provisional recoge que los actores de salas de menos de 200 butacas cobrarán por jornada 73,3 euros, lo mismo que cobra un actor de reparto en un teatro grande. “Tratando de dar dignidad a estos actores, se cae en un agravio comparativo”, opina Vicente. Esta tarifa, según explica Rosa Fernández, de Coarte Producciones, y participante en la mesa, no será alcanzable para las salas que menos butacas tienen. “Se habla mucho de la situación del teatro, del arte, pero se habla poco de los derechos laborales, y estos tienen que ser el punto de partida para lo demás”, dice.

¿Existe una burbuja de salas teatrales? “Sí, hay un boom excesivo de salas”, opina José Martret, “se está saturando un poco. Supongo que se irá deshinchando el asunto y quedarán los proyectos más firmes”. Martret es uno de los artífices de La Casa de la Portera, que cerró sus puertas hace una semana, pero no por falta de público sino por fin de ciclo.

“Hay demasiadas salas y hay público, pero tocamos a un pedazo muy pequeño de la tarta”, dice Javier Ortiz, de El Sol de York, que cerró el pasado verano tras 18 meses de andadura. “Una sala puede ser rentable a medio o largo plazo, pero no puedes recuperar la inversión en un año”, explica. Otras salas que han cerrado en los últimos tiempos, por diferentes motivos, son Garage Lumiere o La Trastienda. Pero la burbuja no explota, y siguen apareciendo nuevas, como los teatros Luchana, la sala Nada, El Apartamento o Mínima.

Respecto a la calidad: “Debería haber menos salas, pero con mejores propuestas”, dice Fernández. “En la escena off la línea entre profesionalidad y amateurismo es difusa”, concluye Vicente.

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