Efervescencia en la escena alternativa
Las salas de teatro 'off' surgen y desaparecen rápidamente en Madrid. Los cambios invitan al debate
SERGIO C. FANJUL Madrid 1 JUL 2015 - 00:00 CEST
Un ensayo en la desaparecida sala de teatro Sol de York. / CARLOS ROSILLO

Hace unos meses, a iniciativa de la revista de artes escénicas Godot, se convocó a las gentes del teatro a hablar de esa supuesta burbuja teatral y, con el tiempo, se ha consolidado una especie de mesa de diálogo en torno a las cuitas de la escena off. “Las salas alternativas tienen dos problemas”, explica Álvaro Vicente, redactor jefe de Godot, “uno, que no existen licencias para salas alternativas y suelen funcionar con licencias de bar, teatro y hasta discoteca, con los problemas que ello acarrea; y, dos, la precariedad laboral en la que se mueven los trabajadores”.
En una multitudinaria asamblea de la Unión de Actores que se celebró en el María Guerrero en 2014, se hizo patente la paradoja en la que viven los actores: si se regularan las salas alternativas, que muchas veces no dan de alta a los artistas ni los remuneran justamente, acabarían desapareciendo. Y si desaparecieran, muchos actores no podrían trabajar —aunque sea precariamente— ni llevar a cabo sus sueños y proyectos.

¿Existe una burbuja de salas teatrales? “Sí, hay un boom excesivo de salas”, opina José Martret, “se está saturando un poco. Supongo que se irá deshinchando el asunto y quedarán los proyectos más firmes”. Martret es uno de los artífices de La Casa de la Portera, que cerró sus puertas hace una semana, pero no por falta de público sino por fin de ciclo.
“Hay demasiadas salas y hay público, pero tocamos a un pedazo muy pequeño de la tarta”, dice Javier Ortiz, de El Sol de York, que cerró el pasado verano tras 18 meses de andadura. “Una sala puede ser rentable a medio o largo plazo, pero no puedes recuperar la inversión en un año”, explica. Otras salas que han cerrado en los últimos tiempos, por diferentes motivos, son Garage Lumiere o La Trastienda. Pero la burbuja no explota, y siguen apareciendo nuevas, como los teatros Luchana, la sala Nada, El Apartamento o Mínima.
Respecto a la calidad: “Debería haber menos salas, pero con mejores propuestas”, dice Fernández. “En la escena off la línea entre profesionalidad y amateurismo es difusa”, concluye Vicente.
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