Publicado el: 20 junio, 2018
Por: Carmen Heredia de Guerrero
e-mail: cheredia@hoy.com.do
Cuando hace justo veintiocho años Germana Quintana y Lidia Ariza presentaron en la Sala Ravelo, el monólogo “Las Prostitutas os precederán en el reino de los cielos”, de la autoría del sacerdote, periodista y escritor José Martín Descalzo, debieron cambiar el nombre por sugerencias de la Dirección, por el “De todos será el reino de los cielos”, un verdadero contrasentido.
En nuestra crítica, publicada en el Periódico Última Hora -22 de junio 1990- y que aparece en nuestro libro “Espacios de Teatro y Danza”, Pág. 41, decíamos lo siguiente: “No comparto las razones para que fuera cambiado el título original de la obra, no creo que un conservadurismo a ultranza se concilie con estos tiempos modernos, ni que su verdadero título causara asombro en un público ya adulto como el nuestro; en definitiva no cambia el nombre la esencia del drama”.
Hoy las nuevas generaciones tienen la oportunidad de ver “Las Prostitutas os precederán en el reino de los cielos”, que viene presentándose en el Teatro Las Máscaras, dirigida y actuada como entonces, por Germana Quintana y Lidia Ariza, y nosotros valorar y comparar el ayer y el hoy.
Basada en un hecho real -hacia 1870- la intensión crítica del autor se evidencia en esta obra monologada, profundamente humana, en la que cuestiona cánones sociales de falsos valores morales, así como el comportamiento de muchos clérigos alejados de su verdadera misión, crítica que adquiere mayor relevancia, al ser el autor un Ministro de la Iglesia.
En palabras del propio Martín Delcalzo, “Las prostitutas os precederán en el reino de los cielos, no es la historia de un puta contra la Iglesia, sino la historia de los pobres contra el mundo”.
Las notas melancólicas del Adagio de Albinoni anegan la pequeña y acogedora sala del Teatro Las Máscaras, bajo este sublime introito inicia el ritual. La escena, creada por Noé Vásquez con pocos elementos en la que destaca un hermoso crucifijo, por su cercanía establece un entrañable vínculo con el espectador.
“Rosa Fernández”, protagonista de la historia, ejerce “la profesión más vieja del mundo”, se despoja de sus vestiduras y cuenta entre llantos y risa, el drama de su vida, marginada por una sociedad hostil.
El soliloquio dirigido a la imagen del crucificado busca el refugio a su soledad de años, comparte con él su dolor profundo por el hijo abandonado, sus penas, angustias y sus traumas producto de su orfandad prematura, así también comparte las peripecias de las que se vale para complacer a sus “clientes”. Sólo ante su presencia se despoja de la máscara que le impone la vida; su devoción por la imagen es más que simple idolatría.
El monólogo demandante, de acción, es un verdadero reto para la actriz Lidia Ariza, su actuación una verdadera proeza, nos hace vivir la triste historia de “la vendedora de caricias”; desbordante de histrionismo nos contagia su risa irónica, y su potencial dramático que se decanta en el gesto, la mirada y la voz rica en matices e inflexiones, logra conmovernos.
El clímax de la obra se produce cuando las autoridades eclesiásticas deciden despojar a “Rosa” de su crucifijo, robado hace veinte años, no se le acusa, pero consideran que no debe estar en una “casa de tolerancia”, y deciden enviar a dos alguaciles especies de inquisidores del medio-evo, a recuperar la imagen.
El miedo a la soledad total aterroriza a “Rosa”, y armada de un valor desconocido, decide recuperar el Cristo, acude a la prensa… La actuación de Lidia Ariza alcanza el cenit. El tiempo, la experiencia de años dedicados a la actuación son su mejor aval. Lidia, prometedora Ayer, inmensa Hoy.
Germana Quintana con la precisión de un orífice hilvana cada momento, cada escena, logra el suspenso y la disipación, como el instante en que la protagonista baila el bolero “Paraíso Soñado”, elocuente metáfora de añoranza.
Asista a Las Máscaras y disfrute de esta excelente obra teatral.
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