Nereyda Rodríguez recogió en Bellas Artes, los frutos de su danzar incansable
José Rafael Sosa, 28 julio 2013
Un maestro o maestra, cuando la bondad y la formación fueron sus estrategias cotidianas y amigables para transformar el mundo, no mueren nunca. Una persona que bien enseña.... no muere jamás.
Sus sonrisas pueden no estar ahí, a la mano, a vuelta de esquina, pero ellos siguen vivos en cada uno de sus frutos. Y vuelve a vivir en el danzar fuerte y sentido de esa marca orgullosamente negra que cruza la formación de este pueblo.
Basta con que hayan honrado con dignidad su papel en el paso por la vida enseñando lo auténtico (a veces menospreciado), entrenando en mucho más de lo necesario y aportando el insumo de valores para hacer de sus alumnos mejores personas, por medio de los recursos del arte o la ciencia, ¡que importa!
GALERIA DE FOTOS DE " Por Ella"
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Nereyda Rodríguez, trabajó 56 años de su vida, ininterrumpidamente por el rescate de nuestro folklore. Se inició como bailarina profesional en el año 1955, conformando pareja con Mirito Arvelo, cuyas actuaciones en vivo y televisión produjeron un impacto por sus atrevimientos acrobáticos y la empatía que desarrollaron con el público.
El 29 de abril de 2007 -Día internacional de la Danza- fue declarada por la entonces Secretaría de Estado de Cultura y por la Dirección Nacional de la Danza "Gloria Nacional de la Danza de Republica Dominicana" por sus más de 50 años en el Arte.
Doña Nereyda fundó junto a Fradique Lizardo, el Ballet Folclórico Nacional de la República Dominicana.
Muy pocas veces la Sala Máximo Avilés Blonda se había visto tal colmada de un público popular tan militante y deseoso de disfrutar de la vida y obra de la folklorista Nereyda Rodríguez, en el espectáculo Por Ella, homenaje bailable (tal cual debía ser a una mujer que hizo de la danza autóctona, la razón de su existencia y de su divulgación y defensa el norte de sus acciones).
En Bellas Artes, la noche del sábado 28, se rompieron los records de asistencia (no cabía literalmente un alma, ni en las escaleras, ni en el fondo, ni el en proscenio), todo fue tomado por gente que incluso no tiene costumbre de venir a estos escenarios:
Eran padres y madres e hijos, provenientes de la parte alta de Santo Domingo, de pueblos en los cuales esta maestra estuvo sembrando las semillas del folklore dominicano en el ánimo y los cuerpos de su juventud más atesorada.
El espectáculo a la memoria de Nereyda Rodríguez desde el Teatro Popular Danzante,: mostró viva la expresión de su trabajo con una calidad técnica depuradísima, sin debilidad en la formación, expresada ahora en los giros increíbles de estos bailes, en la acompasada y bien coreografiada masa de danzantes, brotados del suave erotismo que emana de sus contorsiones.
Por Ella fue el homenaje de una labor que pudo rescatar para el ser nacional la incidencia de lo hispánico invasor, lo negro importado como mano esclava desde Guinea en África y los ritmos subsecuentes producto de estas corrientes , desde el Carabiné hasta la Bachata, sin dejar el Machacó (con unos retumbes en madera acompasados que todavía se recuerdan por su precisión y contundentes giros armónicos contra madera), el Pasapié y la Tumba…….
La espectacularidad y perfección de estos bailes en sus danzantes de mayor adiestramiento, no restaba fuerza a la expresividad infantil de niños y niñas que con mucho más que gracia que demanda el aplauso condescendiente, mostraron lo que es capaz de hacer la enseñanza de un arte tan visual y expresivo como el baile.
Por Ella fue una multitudinaria manera de agradecer a quien, al ver esto desde algún rincón elevado y dulce de las eternidades, deja una huella que ha seguido dando pasos firmes y una semilla que fructifica, tal cual ella lo habría deseado y por lo que trabajó muchas veces sin tener asegurada la comida de su casa asegurada, dependiente de subvenciones que se reducían o no llegaban, de donantes oportunos o de la providencia que utilizaba cualquier forma para hacer llegar lo necesario de modo que la labor de educación en arte nacional, no se detuviera nunca.
La calidad y la emotividad del acto de homenaje se destacó por la alegría con que se recordó la obra de la profesora Nereyda Rodríguez, los testimonios de quienes la trataron y apoyaron, pero introducidos estos segmentos con delicadeza, sin el obsesivo mortuorio que caracteriza los actos en memoria de quien ya no está en presencia.
No podría haber sido mejor homenaje a esta maestra que éste, levantada de la mejor forma la importancia de su obra de rescate, puesta en valor y divulgación de todos los ritmos que moldean el baile folklórico dominicano, desde la impecabilidad de los trajes de aire español hasta la vibrante y ronca voz de los tambores llegados de África con la esclavitud que aun avergüenza, al tono de cuerpos que, casi desnudos, emocionaron a un público identitario, variopinto y expresivo al más alto nivel, además de la interpretación de una bachata de Anthony Santos (Creíste) como pocas veces se ha visto.
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