domingo, 12 de agosto de 2012

Un patrimonio en peligro de extinción



Domingo 12 de agosto de 2012 | Publicado en edición impres

Cinecittà, una ciudad en llamas

Más de 200 artesanos tomaron los míticos estudios; quieren evitar que los demuelan para construir un hotel
Por Lucía Magi  | El País

 
ROMA.- "Cinecittà ocupada." La frase amenazante, escrita con trazo urgente en una pancarta, cubre parcialmente el cartel que anuncia el ingreso a uno de los grandes mitos de la historia del cine. Estamos en vía Tuscolana, allí donde Roma se esfuma a los pies de sus colinas. Al lado de las puertas de cristal que custodian los históricos estudios italianos, el Hollywood del Tíber, se adivinan las fotos en blanco y negro de Marcello Mastroianni o Claudia Cardinale, así como una caricatura de un Federico Fellini titiritero que conduce un baile de Ginger y Fred (rodado aquí en 1985). "Luchamos también para ustedes", ha escrito alguien con un marcador. Una quincena de tiendas, varias mesas de plástico y un par de heladeritas ocupan el pequeño jardín de al lado: allí acampan desde hace un mes los 220 trabajadores de un lugar que parece construido con el material del que están hechos los sueños.
Protestan contra el plan industrial presentado por la sociedad privada que gestiona las 400 hectáreas de suelo público sobre las que se levantan los estudios. Con el objetivo de revitalizar el comercio, su presidente Luigi Abete ha llegado a un acuerdo con otros dos empresarios -el productor Aurelio De Laurentiis y el propietario de la empresa de calzados Tod's, Diego della Valle- para construir entre los 21 estudios un complejo hotelero, dos piscinas, un estacionamiento de seis mil plazas y, además, la edificación a las afueras de Roma de un parque temático sobre el cine. "Los nuevos servicios van a atraer a nuevos clientes. Cinecittà no muere -afirma Abete- sino que se enfrenta con energía renovada el futuro del séptimo arte."

CUESTIÓN DE OFICIOS

El proyecto prevé el traspaso a otras sociedades de la mayoría de los artesanos que llevan toda una vida trabajando en Cinecittà. "Entré a mediados de los ochenta -recuerda con genuino acento romano Ruggero Merzetti, de 49 años-. Desde entonces construí escenografías para Fellini o Scorsese y aprendí el oficio de los que montaron el Coliseo para Ben-Hur o el Egipto de Cleopatra." Los 53 carpinteros, albañiles, estucadores o pintores que preparan las escenografías de Cinecittà pasarían a una empresa encargada de construir el parque de atracciones, a unos 40 kilómetros de la capital. Los 90 empleados de la posproducción pasarán a la multinacional estadounidense American Deluxe. La misma suerte correrán los electricistas o los técnicos de refrigeración. "¿Y después?", se preguntan.
"Todos los sindicatos estamos de vuestro lado -arenga Susanna Camusso, secretaria de la mayor confederación sindical italiana, CGIL, durante una asamblea celebrada entre las tiendas-. El pleito de Cinecittà no es una lucha nostálgica para mantenerse aferrados al pasado. Es el enésimo ejemplo de la actual aridez cultural de nuestro país, de la falta de inversiones en nuestro patrimonio, del desinterés de las instituciones que delegan a lo privado la gestión del bien público". "Si quieren gastar dinero, que inviertan en reformar los estudios existentes y en atraer nuevas producciones", añade Francesco Mancini, escenógrafo.
Los trabajadores defienden hoy el sueño lejano -algo megalómano- del dictador Benito Mussolini, quien inauguró su particular parque cinéfilo el 28 de abril de 1937. Cinecittà fue un éxito inmediato. Enseguida se transformó en un centro de producción de vanguardia en el panorama internacional. "Del neorrealismo a la comedia alla italiana, de Rossellini y Fellini a Pasolini y Visconti, de las grandes producciones estadounidenses (como Quo vadis? Cleopatra Ben-Hur ) a las películas del Oeste de Sergio Leone, Cinecittà vivió momentos memorables", cuenta Franco Mariotti, durante 25 años al frente de la prensa de los estudios y autor de varios volúmenes sobre la historia del Hollywood italiano.
"Era una fiesta estrafalaria y genial, el espíritu mismo de la de dolce vita." Mariotti matiza enseguida que el mito tenía los pies bien arraigados en la tierra: en 75 años de historia entre sus naves bajas y sobrias construidas en el más puro estilo fascista, han sido posibles más de 3000 películas, 37 de las cuales merecieron un Oscar.
La tendencia se ha invertido en las últimas dos décadas. El trabajo escasea. Varios factores contribuyen: el cambio dólar-euro no es conveniente y el triunfo de lo digital (tanto en el rodaje como en la posproducción) no juega precisamente a favor del modo en el que se hacen las cosas aquí. Por el precio al que construyeron la aldea y la torre medieval de El nombre de la rosa , hoy conviene más viajar a un castillo y alquilarlo por un mes. Si Fellini reconstruyó la Fontana de Trevi o la vía Veneto de los paparazis, hoy resulta mucho más barato cortar el tráfico y rodar por la ciudad, como hizo Woody Allen para A Roma con amor . O irse a Marruecos o Rumania, donde la mano de obra especializada cuesta menos.
En 1998 la gestión de los estudios pasó a manos privadas, mientras que el Ministerio de Cultura se quedó solo con el 20%. No sirvió para detener la hemorragia. "No se hicieron inversiones para ponerse al día con la competencia -considera Felice Laudadio, antiguo presidente de Cinecittà-. Hoy producir cine aquí cuesta un 30 por ciento más que afuera." Por eso se dedican sobre todo a programas y series para la televisión, como Gran Hermano o los capítulos de la serie del Commisario Montalbano, inspirados por las novelas de Andrea Camilleri.
La atmósfera que se respira entre los pabellones y las calles de la ciudadela del cine es de todo menos alegre. "Con mis manos sé traducir en realidad las fantasías. No se puede echar a perder este patrimonio -afirma emocionado Mario Midolo, escenógrafo carpintero-. Recorriendo las vías arboladas, desiertas y silenciosas, la sensación es la de un paseo por las ruinas romanas. El estudio cinco, el más grande, el favorito de Fellini, es un elefante amarillo y mudo. Del interior sale olor a quemado. Es por el incendio producido hace una semana, quién sabe si como el preludio de un ocaso de los dioses definitivo.

SE RODARON ALLÍ

  • ¿Quo vadis? , de Melvin Le Roy (1951), con Robert Taylor.
  • La dama sin camelias , de Michelangelo Antonioni (1953) Lucía Bosé y Gino Cervi.
  • La dolce vita , de Federico Fellini (1960), con Marcello Mastroianni y Anita Eckberg.
  • La princesa que quería vivir , de William Wyler (1953), con Audrey Hepburn y Gregory Peck.
  • Cleopatra , de Joseph Mankiewicz (1963), con Elizabeth Taylor y Richard Burton.
  • Por un puñado de dólares , de Sergio Leone (1964), con Clint Eastwood.
  • El nombre de la rosa , de Jean Jacques Annaud (1986), con Sean Connery.
  • El último emperador , de Bernardo Bertolucci (1987), con John Lone y Peter O'Toole.
  • El padrino III , de Francis Ford Copp (1996), con Al Pacino.
  • El paciente inglés , de Anthony Minghella (1996), con Ralph Fiennes y Kristen Scott-Thomas.
  • Pandillas de Nueva York , de Martin Scorsese (2002), con Daniel Day Lewis y Leonardo DiCaprio.

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